Foto 1. Gonzalo Molina en una locación, introduciendo un reportaje.
Era un mar de emociones reprimidas. Su pareja, Abby, lo instaba a deshacerse de cada una de las barreras, de los miedos que lo obligaban a no expresarse, a colocar su Yo Interior delante suyo y verse realmente para finalmente actuar. Quizás ese sea Ben, el personaje de la obra Misericordia, pero no lo es Gonzalo Molina.
Recuerdo cuando lo escuché por primera vez, un frío artefacto nos conectaba.
-¿Aló? Gonzalo. Hola ¿qué tal?, te habla Ingrid Soria, de la Universidad Católica, para lo del proyecto que te comentaba Malena el otro día. Es para un curso de periodismo. ¿Te acuerdas?
-Sí, claro. ¿Cómo estás? Dime ¿cómo puedo ayudarlos?
Foto 2. Gonzalo Molina y yo tomándonos una foto al finalizar la grabación.
Esa frase es, probablemente, la que me quedó más marcada. Su voz era ligeramente grave, se escucha joven, ágil, abierta, amable. Cuando, por fin, llegó el día en que lo vi no era muy distinto a como me lo habían descrito. Estaba muy abrigado porque ese día se le ocurrió a nuestro clima ponerse frío: llevaba un abrigo y una chalina, además cargaba varias mochilas, parecía mucho peso para una persona tan delgada como él. Tenía el pelo aún mojado y desordenado, sus ojos enormes eran vestidos por unos lentes de carey que le daban la apariencia de ser alguien retraído. Parecía un chiquillo, aunque en realidad tiene 30 años.
Nos saludamos muy brevemente. Cuando nos subimos al carro rumbo a las locaciones el silencio era demasiado incómodo, así que decidí empezar a conversar con él. Teníamos un tema en común, él es profesor de teatro en el que había sido mi colegio durante 11 años de mi vida. Le pregunté por los profesores y se fue soltando y empezamos una conversación que me permitió conocerlo más.
Es profesor en el Colegio Recoleta desde el año pasado. Poco a poco ha ido integrándose más a la plana docente que, según dice, son personas muy cálidas y abiertas; no muy distintos a él. En este tiempo fue asumiendo nuevos retos, como ser quien guie a los estudiantes de toda secundaria a elaborar sus proyectos de teatro para los juegos florales, juegos que, además, para él son espectaculares por las fases de preparación y eliminación que se desarrollan a lo largo del año. Las propuestas frescas y novedosas con las que llegó le han permitido tener un papel más activo en la elaboración de una currícula para desarrollar talentos en artes escénicas en el Bachillerato Internacional del mismo colegio.
Gonzalo parece un niño emocionado contándonos sobre su nuevo juguete, esa imagen que todos tenemos “y hace esto y aquello, y las luces salen por aquí, y tiene varios ruidos”. Pero para él no lo es, no es un juguete, ya que tiene correspondencia directa con lo que es ser actor en teatro y televisión. Para él el teatro es un lugar a donde siempre regresa, un espacio que le permite explayarse, desarrollarse y que le da un margen para ser creativo y novedoso. Esta práctica lo ha llevado en muchas ocasiones a ser director de obras también.
Todo empezó cuando egresó del colegio Inmaculada y un profesor de literatura lo llamó para inscribirse en un taller y desde allí empezó a introducirse en un mundo del que nunca más pudo salir, aunque en algún momento lo quiso así, pero no pudo. Después de un ingreso en 1995 a la facultad de Derecho de la PUCP, regresó a la misma universidad en el año 99 dispuesto a culminar sus estudios en la Facultad de Comunicaciones, apostó por el periodismo, pero se perdió en el placer de las Artes Escénicas.
Gonzalo no ha parado de actuar, cada año ha tenido trabajo en el teatro y también en la televisión. Su primera incursión con un papel definido fue en la telenovela “Soledad”. Luego participó como El Chacal en la serie “Misterio”.
Fue sobre esta última actuación en televisión que recae mi atención a lo envuelto que puede estar un actor en su personaje a los ojos del espectador. Recuerdo que llegamos a otra locación, la urbanización Santa Rosita en el Cerro San Cristóbal, y Gonzalo vio unos grafitis de barras de Alianza Lima. Volteó con ojos de nervios y nos dijo: Ojalá no se acuerden de “Misterio”. Para él, haber sido parte de esta serie le ha traído varios clichés por parte de los hinchas. Nos dice que no sólo había diferencias entre las facciones de la hinchada del equipo crema, sino que además tenía que cuidarse mucho de la barra “blanquiazul”, así que ni pensar en ir al estadio para ver un clásico o a Matute.
El espectáculo es algo que envuelve a todos: al que produce, al actor y al que mira la obra. Tanto si se da en sobre las tablas, como si se proyecta por TV, así lo ve Gonzalo, actor, director, profesor, padre de dos niños con quien pasa los fines de semana y un hombre sencillo y amable, dispuesto a ver cómo puede actuar.
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